En ocasión de su más reciente exposición titulada Víctor Lucena, este creador visual, uno de nuestros más queridos y destacados precursores venezolanos, nos deja en la mente la certeza de la pertenencia y de que podemos, efectivamente, innovar sobre la materia misma, volverla maleable ante el pensamiento y transformarla hasta superar las barreras físicas y matemáticas del cuerpo. Una realidad -asegura- nos pertenece desde el momento mismo de su formulación, como la totalidad del mundo y de lo que nos rodea, el cual ha sido ya creado desde nuestra propia proporción.

Acercarnos a la obra de Víctor Lucena es aproximarnos a la concepción del mundo desde el filósofo matemático; un hombre resultante, según sus propias palabras, de la unión de la Mente, el Cuerpo, el orden y la Escala Humana, el cual construye unos ideales como los de Kevin Houston, William Jones, John Wallis, Juan Bautista Villalpando, Robert Palais, Euclides, Arquímedes, Vitruvio, Piero Della Francesca y Leonardo Da Vinci, sólo por nombrar algunos de la larga lista de pensadores que con lumbre amplia, realzaron el concienciar de matemáticos, humanistas y científicos para la materialización de la universalidad como utopía.

Lucena, nacido en Caracas en 1948 y residenciado en Italia desde hace más de cuarenta años, desde muy temprano se inició no sólo en las artes, sino también en la filosofía, la arquitectura y la matemática. Lo curioso es que al definirse a sí mismo no lo hace como artista, pues no se considera uno, sino más bien como un “operador plástico” que traduce una parte del conocimiento humano en relación con su escala y con su correspondencia en el universo.

El magnus perfectus numerus idealis, “El perfectísimo, el producto imaginado de la totalidad de la dimensión creada” parece una idea inabarcable en su abstracción, hasta que nos topamos con la ineludible materialidad de sus obras, en ocasiones pesadas, en otras livianas y hasta apenas visibles, hechas a la medida del hombre, perfectas en su construcción como en la antigüedad lo era todo según la medida entre la palma y el codo.

Para Víctor Lucena, podemos tener una certeza: “desde la creación del universo todo evoluciona desde su propia naturaleza y dimensión, lo cual se corresponde a sí mismo y a la vez se anula. Es de elegante expresión, que el saber de nuestros tiempos se corresponde con el principio del volver en órbitas distintas en un sinfín dinámico, natural, mecánico, que del todo se ampara en la mente”, y es aquí donde vislumbramos el innegable aporte de Luis Castro Leiva (1943-1999), abogado, historiador, filósofo y profesor de Ciencias políticas. Otro destacable venezolano que dedicó su vida al estudio y a la crítica de nuestra historia, el cual fue, sobre todo, amigo y maestro entrañable de Víctor Lucena: “el más lúcido de nuestros constructivistas”.

Y es que en su más reciente exposición, titulada Víctor Lucena, inaugurada este año en Espacio Monitor, el artista hace gala de obras de pequeño, mediano y gran tamaño dispuestas especialmente para la sala de esta galería. Su curador, Miguel Miguel García, asegura que él “es uno de los grandes creadores visuales precursores de la contemporaneidad del arte de nuestro continente, inventor de una obra única, de lenguaje singular, de originalidad infrecuente, de importancia seminal. Un venezolano de orgullo internacional”.

Para describirnos su trabajo, tuvimos la oportunidad de hablar personalmente con Lucena. Desde una humildad desconcertante, nos describe este numerus idealis:

¿Te consideras un investigador del espacio y, en consecuencia, de la naturaleza humana? 
Me considero alguien que se acerca a los libros y al estudio, alguien que se sienta todos los días a dibujar o a proyectar, siempre que ya se haya iniciado el trabajo que corresponde al pensamiento. La naturaleza somos todos y, en consecuencia, en el espacio físico, que es materia y luz, es posible todo, es posible verlo todo y entenderlo todo. A medida que nos sentimos envueltos de ese espacio físico nos preguntamos cómo habitarlo, cómo vivirlo. Esto es algo que sucede todos los días de nuestras vidas y que considero parte de la naturaleza humana.

Háblanos del magnus perfectus numerus idealis
Se trata del número perfecto. Es el número que desearíamos traducir desde los tiempos remotos de la humanidad cuando buscaba en-tender lo que era el espacio y cómo podía éste reformularse. Había una idea del espacio que era abstracta, una idea que se amoldaba muy bien a la mente del hombre, sobre todo del filósofo y del matemático. Estas dos medidas, la filosófica y la matemática, siempre han sido, a mi modo de ver, formas de conocimiento que suelen estar en debate, pero que a fin de cuentas se complementan. El número perfecto es la medida del cuerpo y de la humanidad.

¿No crees que para el hombre comprender esta totalidad sería una utopía? 
No lo creo en absoluto, creo que es una ver-dad con la que vivimos todos los días, digerimos esta realidad a diario. Ahora, si lo pensamos en términos abstractos es complicado comprenderlo, pero somos nosotros los que lo hacemos verdadero al transitar por la vida. Creo que está en nuestra transcendencia cultural (y eso espero), el aprehender lo que nosotros queremos vivir y si esa es nuestra esencia… Creo que a todos nos puede llegar el mensaje que intento transmitir como un paso más para elevar nuestro conocimiento. También creo que lo más importante es querer comprender y estar dispuesto para hacerlo, sin distinciones de lo que cada individuo sepa o no. Es aquí donde hay que rescatar el diálogo entre los hombres y más allá de eso: el del pueblo, para elevar su nivel, pues son ellos mismos quienes deben exigir que ese nivel sea superado.

Sus palabras “existir en el propio tiempo” me llevan a pensar que el espacio está principalmente en nuestras mentes casi como sus propios creadores.
Claro, reflexionar es un acto creativo que es de todas las personas. Si nos detenemos delante de un acontecimiento para intentar comprenderlo ya estamos hablando de un hecho creador, porque la creación es la traducción de algo que está latente y que nosotros hacemos evidente. En etimología la palabra traducir es crear, y eso es lo más propio a la humanidad. Creo que a cada individuo le pertenece su propio tiempo, no pretendo repetir el pasado ni adelantarme hasta el futuro.

¿Crees que el espectador es entonces el que complementa tu obra?
Cada observador hace suyo lo que ve, conozca o no a lo que se está enfrentando. El individuo que va a un museo lleva todo lo que sabe consigo y es allí cuando se complementa la obra y se pasa a otro estrato del conocimiento. Porque cierto es que el pintor sólo usó un pretexto en su lienzo para desencadenar su planteamiento. El espectador, por ejemplo, de Piero Della Francesca, se proponía el mismo problema que el artista se proponía sin que tuviera éste que comprender ciertas cosas sobre el arte o la geometría.

¿Cómo fue el proceso creativo y de montaje para tu actual exposición: Víctor Lucena, en Espacio Monitor?
En esta muestra es importante destacar que no busqué revalorar o replantear lo mismo que ya hemos hablado, sino que más bien estoy redistribuyendo, según esta sala en particular, la reflexión del espacio a través de la geometría y la matemática como en una arquitectura doméstica. Evidentemente siempre busco la reflexión absoluta por parte del individuo, pero cada espacio es distinto, cada situación y contexto son distintos y por lo tanto (y nuevamente, eso espero) la reflexión también lo será.

¿Somos entonces los hombres constructores de nacimiento?
Pues sí, claro que sí. Quiero creer que todos tenemos la misma capacidad de ser, y no sólo como personas de distintos países o generaciones, sino como ciudadanos del mundo. El que pretende, aquel que es arrogante, es alguien que está negado al diálogo que plantea el arte y la cultura universal.

Para Víctor Lucena, “la invención se ubica fuera de las reglas, planteando nuevos problemas. Una solución que a su vez no plantee nuevos problemas no es una solución fértil. Lo que ya se ha solucionado no tiene sentido seguirlo. El operador plástico es libre en tanto se formule nuevas búsquedas y permanecerá atado si cree que siguiendo líneas anteriores puede aportar soluciones”, es allí donde encontramos lo nuevo (ya en marcha desde hace cuarenta años) de esta propuesta por la alternativa y la experimentación que presenta, transformada posteriormente en la conciencia.

Dice María Elena Ramos, curadora e investigadora, respecto a la exposición La otra imagen (1991), que con las obras de Lucena “íbamos experimentando una retroalimentación progresiva entre las construcciones físicas y los constructos mentales”, cosa que sigue ocurriendo, pero ahora con un dominio indiscutible del lenguaje y de su interdisciplinariedad, con una certeza enseñada hoy a través de telas colgantes, de óvalos perfectos, láminas de cobre y estructuras de aluminio que no sólo nos permiten traspasarla, sino transformarlas en el sentido más amplio de la palabra, puesto que les pertenecen a sus contempladores en su compleja totalidad, desde su medida, su construcción y absoluta creación.

YANES, Inés. (Junio, 2014). Víctor Lucena : La maestranza del arquitecto. Revista Habitat Plus #62. Edición Especial Arte.

 

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