Exposiciones

Alberto Cavalieri (Caracas, 1969) ha desarrollado un cuerpo de trabajo signado de modo fundamental por su interés en el comportamiento de los materiales como posibilidad expresiva de la escultura, y en cómo sus formas –en diálogo con el espacio que las rodea– permiten el cuestionamiento de aquello que observamos: el peso y la rigidez de los metales en contraposición con la levedad, la sinuosidad y el equilibrio de puntos de apoyo, en apariencia imposibles, sintetizados en sus obras.

Las piezas exhibidas en Inoxidables dan cuenta de estos intereses constantes, develando, al menos, dos líneas de investigación con soluciones formales diversas.

En primer lugar, encontramos las piezas de la serie Pipelines, que retoman visualmente las características de sus trabajos anteriores –los anudamientos en hierro– en los que mediante el dominio técnico, el material se doblega para permitir torsiones del metal y cuyos movimientos buscan imitar la respuesta de los cuerpos ante la acción del viento o de la gravedad.

 

 

Más allá de esta continuidad discursiva, en los trabajos presentes en la muestra la utilización del acero inoxidable y no del hierro le permite al artista abordar la relación de la obra con el espacio desde una aproximación lúdica, pues se plantea, por una parte, la síntesis geometrizada que recupera la estética de los sistemas de ductería para jugar con la posibilidad de formas que parecen escurrirse por las paredes o pender del techo, curvándose en un aparente precario –pero en realidad calculado– equilibrio.

Este equilibrio calculado, alcanzado mediante la aplicación de la tecnología, pues Cavalieri desarrolla y proyecta a través de programas de diseño el comportamiento de sus obras –determinando los puntos de apoyo mediante la comprensión del centro de gravedad de sus piezas– no deja de lado el aspecto manual del trabajo y cuido del material, pues una vez que las piezas diseñadas adquieren forma, son ensambladas manualmente por el propio artista en un ejercicio del armar y el desarmar que recuerda aquel de los juegos modulares de la infancia.

En segundo lugar, se nos presenta la serie Stocks su investigación más reciente, en la que el material se erige también como motor fundamental de la propuesta, pero partiendo, no ya desde el cuestionamiento de la percepción de sus propiedades físicas, sino a través de la idea de materia transformada de su forma original para ser conservada e intercambiada como bien mercadeable bajo la forma del lingote.

 

 

Dos de las lecturas posibles que se desprenden de su utilización como unidad en la obra de Cavalieri son, por una parte y desde el punto de vista del hecho escultórico, el de su compresión como elemento mínimo constructivo que permite la organización de una estructura mayor que lo puede contener bajo diversas formas, cambiantes, flexibles cuanto sean las variaciones y las alternancias de las piezas, y que en el caso de las instalaciones presentes en la exposición, han adoptado la forma de torres a través del apilamiento.

La selección del duraluminio y la madera de algarrobo como materiales convertidos en barras, lingotes, en estas dos estructuras, forma parte de una compleja investigación de Cavalieri, quien interesado en el comportamiento de la materia –no sólo de aquella entendida de modo tradicional como escultórica, como la madera o los metales– adelanta la manipulación de materiales como el petróleo o los alimentos, que son despojados de su “deber ser” para ser también ellos, obra.

Es en este aspecto en donde reside la segunda lectura de la figura del lingote: si bien en estas instalaciones se apela de inmediato a los sentidos a través de la réplica de las características físicas que en el mundo económico son requeridas como normativa para garantizar su valor como mercancía –tamaño, peso, numeración serial– la utilización de materiales que transformados de su forma original dan paso a un objeto otro que es denominado por el artista como obra de arte, no sólo pudiesen indicar una reflexión en torno a la idea de “obra” como bien de intercambio, sino que evidencian un aspecto inherente al propio acto creativo, el de revertir, renombrar, resignificar las cosas del mundo.

Ambas propuestas, desde el placer sensual de los materiales y el juego de repetición modular, o desde la indagación de las posibilidades constructivas en la escultura y el cuestionamiento de las ideas ligadas al quehacer artístico, dan cuenta de una constante y cuidadosa investigación para desarrollar nuevas aproximaciones en el devenir de la labor escultórica.

Costanza De Rogatis